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Donald Trump y un joven de Portillo

En el siglo XXI es complicado ser original, a pesar de que muchas personas se precian de serlo tentados por las nuevas herramientas tecnológicas, o sus ideas, incluidos el presidente de los Estados Unidos de América y sus privilegiados asesores.

No pretendo ser más original que nadie, mis expectativas sobre la capacidad de lectura y/o concentración de las personas es limitadísima; por lo tanto, he centrado mi artículo en relacionar las nuevas -y antiquísimas, no nos engañemos- tácticas y políticas de Donald Trump, con el hecho de que un chico de Portillo, Toledo, llegue a su casa a las 8 de la mañana cuando su madre le especificó, clara y contundentemente, que no llegara más tarde de las doce de la noche.

Como punto inicial de mi alegato, encuentro una referencia clarísima a la desobediencia y la autoridad, puesto que la adolescencia es esa etapa en que, en términos generales, te sublevas, o te ciñes a las normas establecidas que marcarán tu futuro y te ubicarán como persona. Un perfil como el de Trump, persona y personaje, lleva años jugando con esa dualidad: desobediencia, autoridad. De hecho, en una época como la actual puede adoptar, sin recato alguno, el papel de adulto desobediente, malcriado y caprichoso, capaz de generar dinámicas de resistencia y contestación político social; generando, al mismo tiempo, miles de fanáticos y seguidores de esa tendencia, mientras que defiende el control y el orden más absolutos. Sus seguidores, por supuesto, se convencen de que pueden comportarse de esa misma manera: disponen de un modelo social y electoralmente aceptado. 

La velocidad del día a día actual, así como la general incapacidad de comprensión de la mayoría de los asuntos de actualidad, deriva en que muchos mensajes se limiten a frases hechas y mensajes brevísimos. Porque, ¿quién es capaz de entender el mundo actual? ¿Quién es capaz de tener argumentos propios sobre todas y cada una de las situaciones que vivimos a diario? Algunas nuevas herramientas tecnológicas favorecen esta tendencia, aunque no en exclusiva. Amarrarse a la agradable sensación adolescente de la desobediencia a la autoridad -elegida de manera interesada- es un almíbar suculento para cualquiera. 

Existe una similitud entre el comportamiento político de alta esfera, y el comportamiento de las personas, el comportamiento en familia. Es fácil relacionar la polarización de los partidos políticos con la polarización de la sociedad, por ejemplo, de una cena navideña en familia o de las relaciones entre grupos de iguales. Si nos centramos en que un adolescente flirtea con la posibilidad de no respetar las normas familiares y/o sociales, porque entiende que esas mismas normas no son legítimas, su pensamiento se reforzará si encuentra modelos adecuados que lo justifiquen. 

Los modelos de conducta político sociales del más alto nivel reconducen sus propias conductas y comportamientos, ¿por qué no deberían hacerlo los más jóvenes si quieren alcanzar las más altas cotas sociales, incluso políticas? Pregunta que me conduce al sobadísimo término de 'populismo' como reacción. Algunas ideas sobre el populismo: tiende a priorizar las emociones sobre la razón y los hechos; se suelen hacer promesas grandilocuentes y ofrecer soluciones simples a problemas complejos; carece de un conjunto de ideas complicadas y congruentes. Argumentos que pueden usar personas de cualquier posición en el espectro político, cualquier chaval con ganas de discutir o salirse con la suya.

El incumplimiento de normas familiares es un desafío, como desafío es ir contra las normas políticas establecidas. El desafío a la autoridad se refleja en actitudes rebeldes en la vida cotidiana; un presidente que desafía las normas es un modelo a seguir; un adolescente que desafía las normas encuentra en este modelo una justificación extra, además de las propias de su edad.

Otro nexo de unión conduce a la reconfiguración del contrato social tal y como lo conocíamos hasta ahora y los giros que está tomando a gran velocidad. La evolución social; desde el punto de vista occidental, claro; ha ido escalando en progresía, a pesar de los años de incertidumbre conservadora o ultraderechista que vivimos. La relación de los jóvenes con sus familias, como metáfora del contrato social entre gobernantes y gobernados, supone una buena materia para el estudio. ¿Acaso no es el incumplimiento de las normas un acto de renegociación o cuestionamiento del poder establecido? ¿Acaso no es esta sensación adolescente a la que se amarran algunos mandatarios, no solo Trump? 

Relacionado con la alternancia en el liderazgo y su impacto en los comportamientos, ¿afectan y son palpables esos cambios políticos, de manifestación de ideas, en el comportamiento de los individuos? Respondido en múltiples artículos: sí, influye. Sí, afecta. Las nuevas políticas de Trump y las decisiones de poder parental pueden influir en la percepción de lo que es permisible o prohibido. ¿Podría el adolescente de Portillo incluso insultar o amenazar a su madre, y así disponer de más tiempo para salir de farra los sábados por la noche? ¿Podría recurrir al argumento de que decenas de políticos de alto nivel recurren a las amenazas o insultos para derrocar el poder establecido, las normas que consideran inadecuadas o inválidas?

Concluyo mencionando los mecanismos de control y resistencia. Estas herramientas de dominio -social, familiar, y/o político- determinan cómo las personas reaccionan ante ellos. Nadie sabe por qué el presidente de los Estados Unidos de América hace lo que hace -algunos politólogos de más capacidad que la mía, o mejor inteligencia… artificial, sí-. Sus políticas, de carácter coercitivo, impositivo, amenazante, generan resistencias sí, a lo que él mismo entiende como imposiciones o amenazas tanto hacia él como hacia su país. Un giro curioso del acción-reacción, renovado en reacción-reacción.

Se acerca el fin de semana. El joven de Portillo busca la acción y la reacción, se resiste a la regla impuesta por su madre, como un alto mandatario se resiste a normas e imposiciones de otros gobiernos, otros presidentes, otros países. Aunque, en el caso de este joven, llamémosle Josemi, tenía un aliciente sencillo que, por motivos de seriedad politológica y miedo a la denuncia por filtración de datos personales, mantendremos en la intimidad del chico y su pareja esa madrugada.

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