Oposición de grito y camiseta

 
Oratoria: arte de hablar en público de manera persuasiva (“homo bonus dicendi peritus”.
Observando durante unos segundos la imagen de Catón el Censor, es fácil
que nos preguntemos si fue más duro su carácter y exigencia o la piedra en la
que está esculpido su severo rostro, el cual parece acompañar su tajante
afirmación:
un buen orador ha de ser
un hombre honesto.
 
 
 
Si nos guiamos por esta máxima tal vez nos resulte más fácil entender porque el discurso político practicado en el
Congreso de los Diputados está tan alejado de lo que en principio debería ser (aquel pronunciado en una asamblea política
con la intención de influir en la toma de una decisión
).
Recientemente, durante una sesión plenaria,
el portavoz del Grupo Popular en el Congreso, Alfonso Alonso, refiriéndose
a las protestas llevadas a cabo por PSOE e IU por el veto del PP que impidió
debatir sus mociones sobre lo que
consideran «mentiras» del
presidente Mariano Rajoy en torno al “caso
Bárcenas
”, recordó al PSOE que estaba «obligado» a guardar las formas y «mantener la compostura» si quería recuperar la vocación
mayoritaria.
Alonso explicaba que había recomendado al
PSOE «no dejarse arrastrar por
posiciones que siempre han sido propias de partidos minoritarios
» que
sí se pueden permitir actuaciones «más
radicales
«. Ahí incluía a Izquierda Unida, cuya manera de actuar definió
por «el grito, la camiseta o abandonar el hemiciclo«.
Tirando de Googleteca podemos recordar
algunas escenas de la vida de los diputados del PP que evidencian que pitos,
abucheos y desbandadas ruidosas, no son privativos de ningún partido político:
 
Viernes,
1 de octubre de 1993 EL PAIS
El PP abandona el Congreso en el debate de reforma del
estatuto
Los diputados del Grupo Popular,
excepto su portavoz, Rodrigo Rato, abandonaron ayer el hemiciclo del
Congreso
mientras duró la intervención del representante socialista de la
asamblea de Aragón, que presentó el proyecto de ley de reforma del estatuto de
esa comunidad. Al iniciarse el debate sobre la propuesta de reforma del
estatuto de Aragón, Alfredo Arola, diputado regional del PSOE, tuvo que
soportar varios minutos de espera mientras los diputados populares abandonaban
sus escaños y el presidente de la Cámara, Félix Pons, pedía silencio para
acallar el revuelo que organizó la desbandada popular.
 

18-12-2002- LA
VANGUARDIA

El PP abandona
el Congreso

y pide la dimisión de Caldera

La sesión de control al
Gobierno celebrada en el Pleno del Congreso de los Diputados, la última del año
y centrada en el «Prestige», derivó en una bronca monumental, con el
PP abandonando el hemiciclo
cuando intervenía Jesús Caldera, el
vicepresidente Mariano Rajoy esquivando las preguntas de los socialistas y
reclamando la destitución del portavoz del PSOE, y diputados del PP coreando
«dimisión, dimisión
» en el hemiciclo
.
Para rematar la función, el secretario
general del Grupo Popular, José Antonio Bermúdez de Castro, argumentó que si querían
pedir responsabilidades al Presidente, el único camino era la moción de
censura, mientras acusaba a PSOE e IU de «intentar desafiar la vida parlamentaria«.
Ateniéndonos
a los significados de la palabra “desafiar
(retar, provocar a singular combate,
batalla o pelea; afrontar el enojo o la enemistad de alguien contrariándolo en
sus deseos o acciones; enfrentarse a las dificultades con decisión
), acusar
a alguien de hacerlo dentro de un recinto cuyos miembros, en nombre del pueblo
al que representan, tienen encomendado, entre otras funciones, controlar la
acción del Gobierno, no resulta muy atinado sobre todo si lo contextualizamos
en el marco de los numerosos casos de corrupción que asolan nuestro país y que
afectan a políticos de todos los colores.
Proclamar que el único camino para exigir
responsabilidades al Presidente es la moción de censura supone cierta dosis de
cinismo parlamentario y jugar con el desconocimiento de los ciudadanos sobre
cómo funciona dicha figura.
En “Principios de derecho constitucional español”,
Antonio Torres del Moral, refiriéndose
al control parlamentario del Gobierno, afirma: “(…) puede distinguirse entre el control
ejercido por el Parlamento, que es el formalmente descrito como tal por la
Constitución, y el ejercido en el Parlamento por los grupos políticos,
señaladamente los de la Oposición; incluso esta segunda faceta se sobrepone a
la primera porque también el control ejercido por el Parlamento lo es en
realidad por la Oposición, por las minorías, puesto que lo que hace la Mayoría
es apoyar al Gobierno y enfrentarse a la Minoría en todas las ocasiones de
control”.
 
Los defensores de la regulación constitucional
de la moción de censura (debe adoptarse
por mayoría absoluta del Congreso, ser propuesta, al menos, por la décima parte
de los diputados e incluir un candidato a la Presidencia del Gobierno
)
alegan que, en su momento, estuvo justificada para “conseguir mayor estabilidad en la transición
española a la democracia, dado que estaba siendo operada con unas Cortes
pluripartidistas, un Gobierno con mayoría relativa en el Congreso y un sistema
de partidos escasamente consolidado”.
 
Ante la evidente dificultad para prosperar “(…) la utilización
de la moción de censura, más que el cese de un Gobierno buscará su desgaste
político ante la opinión pública y el lanzamiento de una alternativa de
Gobierno, con la discusión parlamentaria de un programa y el protagonismo de un
candidato de la Oposición, todo ello con vistas a las siguientes elecciones.
Propiamente, la responsabilidad gubernamental se gesta en el Congreso y se
ventila ante el electorado”.
 
Y así llegamos a las mociones: “la posibilidad misma de que sea aprobada una moción
comprometedora para el Gobierno depende enteramente de la solidez de éste en la
Cámara: si cuenta con mayoría absoluta, la Cámara no aprobará nunca tal moción
sin su beneplácito y la eficacia de su presentación residirá en la publicidad
que acerca de la misma y del debate precedente o subsiguiente hagan los medios
de comunicación”.
 
Por tanto, en el caso que nos ocupa, podemos
afirmar que las mociones presentadas por PSOE e IU, aunque no fueron debatidas,
sí resultaron eficaces porque alcanzaron gran repercusión mediática que, al
final, es de lo que se trata.
Al pueblo, ya lo decían los romanos, para
tenerlo contento “Panem et circenses”;
nunca hay que menospreciar la fuerza de una buena representación sea cual sea
el escenario elegido.
Teresa Suárez Fernández
Colegiada nº 6895-07

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