Reflexiones sobre la obsolescencia programada en la sociedad actual

Por si no fuera poco con las modas y el constante avance tecnológico para hacer que las cosas estén obsoletas al poco tiempo de comprarlas, nos encontramos con que, además, los fabricantes programan la muerte de sus mercancías para que no quede más remedio que renovarlos. Esto supone que productos que podrían seguir siendo útiles durante años deban ser remplazados con otros nuevos.
La obsolescencia programada es la planificación de la muerte de un producto. Es decir, que tras un tiempo de correcto funcionamiento, el producto, como consecuencia buscada por el fabricante, deja de cumplir su tarea. El acortar la vida de los productos tiene como único objetivo aumentar el consumo y, por ende, el beneficio económico de las empresas implicadas en el proceso de desarrollo y comercialización. Ya no es rentable repararlos.
Uno de los efectos negativos de mayor envergadura que conlleva esta práctica es la contaminación medioambiental derivada del constante flujo de productos desechados que se da. Esto, sumado a la necesidad de materia prima para generar más productos, supone un aumento de la degradación del ya maltrecho medio ambiente.
Hay voces que preguntan: pero, si rompemos el ciclo de la obsolescencia programada, ¿dónde irán a parar esos trabajadores que llenan las fábricas generando nuevos ordenadores, frigoríficos, lavadoras,…? ¡No podemos eliminar puestos de trabajo! Menos en la situación que estamos, claro. Pero también hemos de preguntarnos, ¿cuántas de estas cosas se fabrican fuera de nuestras fronteras, en lugares donde no existen derechos laborales (por no hablar de otro tipo de derechos) y la explotación es también infantil?
Y está la siguiente cuestión: ¿quién y cómo rompe este círculo?, ¿debe penalizar el Estado a aquellas empresas que buscan la obsolescencia una vez demostrado que esto es así?, o quizá debería ser la sociedad la que exigiera una empresa más ética, más responsable, más transparente. La razón de ser de la empresa privada es el lucro, nadie lo discute. Pero ¿hasta qué punto los beneficios deben estar por encima de la moral?
Y además el tema del avance tecnológico. Nos han convencido de que necesitamos tener la última tecnología. Pero, ¿es cierto? No. A ciertos niveles sí queremos lo último y a veces hasta lo necesitamos (para trabajar, por ejemplo). Pero no es cierto que necesitemos lavadoras o frigoríficos de última tecnología. Y aunque así fuera, deberíamos poder elegir qué cambiar y cuándo hacerlo. Qué mantener porque su función es suficiente.
La obsolescencia programada es una herramienta más para instrumentalizar al ciudadano, relegándole al papel de consumidor. Sin embargo, ya hay quienes se levantan en contra de esta práctica. En España ha nacido el movimiento SOP (Sin Obsolescencia Programada) con el fin de crear productos duraderos y más respetuosos con el medio ambiente y que puedan arreglarse, en vez de desecharse.
A continuación encontraréis dos links. El primero de ellos os lleva al interesante documental «Comprar, tirar, comprar», que explica el concepto de obsolescencia programada, cómo se generó y cómo ha evolucionado esta práctica. El segundo es una entrevista al español Benito Muros en el programa «Julia en la Onda» de Onda Cero. Benito Muros es el inventor de una bombilla diseñada para tener duración de por vida si no se dan fallos ajenos a la bombilla (golpes, mal uso, etc.) y fundador del Movimiento SOP (Sin Obsolescencia Programada).

Documental «Comprar, tirar, comprar»: http://www.youtube.com/watch?v=3pb7HOfp8PU

Julia Otero, entrevista a Benito Muros, http://www.ondacero.es/audios/julia-en-la-onda/# Programa del jueves 26 de abril de 2012, minuto 1:10:32.

Marina Sánchez-Sierra Ramos
Socióloga y colaboradora del CCPSCLM

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