BLOG

Envejecer con dignidad

Cada 1 de octubre se celebra el Día Internacional de las Personas Mayores, una fecha que nos invita a mirar con atención a quienes han construido buena parte de nuestra historia, valorar lo logrado y, con responsabilidad, reconocer lo que aún debemos mejorar. En definitiva, a reflexionar sobre cómo estamos cuidando a quienes nos prepararon el camino y sobre el tipo de sociedad que queremos para nuestro propio futuro, porque lo queramos o no, el envejecimiento nos alcanzará a todos.

En Castilla-La Mancha, como en toda España, el envejecimiento poblacional ya no es una promesa futura, es parte de nuestra realidad cotidiana. Y si bien hemos avanzado en esperanza de vida y calidad de vida, también nos enfrentamos a retos que requieren respuestas inmediatas.

 

España es uno de los países con mayor longevidad del mundo. La esperanza de vida al nacer se sitúa actualmente en torno a los 84 años, siendo la proyección del Instituto Nacional de Estadística de 82,5 años para los hombres y de 87,4 años para las mujeres, para el año 2035. Sin embargo, no se trata de vivir más años, sino de vivirlos con la máxima calidad.

Vivir más, pero vivir bien

En las últimas décadas se ha puesto el foco en la vida saludable, es decir, en los años que se pueden vivir con autonomía, sin una discapacidad severa ni una enfermedad limitante. En nuestra región, los datos son claros, más del 20 por ciento de la población tiene 65 años o más. Y no es un dato solamente demográfico, ya que en Castilla-La Mancha el envejecimiento tiene rostro femenino y rural. Además, las estadísticas nos muestran que alrededor del 25 por ciento de nuestros mayores viven en soledad, un porcentaje que se dispara en el caso de las mujeres, quienes además suelen tener pensiones más bajas y mayor probabilidad de dependencia. Este fenómeno es especialmente visible en pueblos pequeños, donde la despoblación y la falta de determinados servicios agravan el aislamiento.

Vayamos por partes. Si bien hay aspectos mejorables, como prácticamente en todo, es importante reconocer los avances que se han ido logrando a lo largo y ancho de las últimas décadas. Y me gustaría hacerlo a través de cuatro aspectos.

 

En primer lugar, cabría destacar la sanidad y la prevención, en este sentido, los mayores de hoy cuentan con más controles médicos, acceden a terapias más eficaces y programas de vacunación y prevención que antes no existían. Lo que conlleva un retraso en la aparición de enfermedades crónicas y mejora la supervivencia.

En segundo lugar, el envejecimiento activo, que permite a las personas mayores mantenerse activos, conectados y con proyectos de vida más allá de la jubilación, a través de diversidad de talleres de aprendizaje y actividades culturales, de ejercicio físico y relacionados con las tecnologías.

En tercer lugar, los avances acontecidos en relación con las adaptaciones y la tecnología. Desde andadores y sillas ergonómicas hasta aplicaciones que permiten la teleasistencia o recordatorios para la toma de medicación, la tecnología se ha convertido en una verdadera aliada para la prolongación de la autonomía.

Y, en cuarto lugar, el aumento creciente de la sensibilidad social hacia el envejecimiento. Hoy existe una mayor conciencia sobre la soledad, el maltrato y la necesidad de integrar a los mayores en la vida comunitaria y, aunque todavía queda mucho por hacer, el cambio de mirada, como paso decisivo al cambio, es ya una realidad.

Entonces, ¿qué faltaría por mejorar?

Garantizar que los años de vida sean plenos. Que, si bien los años ganados se viven con enfermedades crónicas, limitaciones de movilidad o dependencia para las actividades básicas, el reto no es tanto alargar la vida sino garantizar que esos años se vivan lo mejor posible. Y para esto, permítanme que lo exprese también a través de cuatro aspectos.

El primer aspecto está relacionado con la soledad no deseada, una de las mayores epidemias silenciosas. En castilla-La Mancha, uno de cada cuatro mayores vive solo. La soledad afecta directamente a la salud física y mental, aumentando el riesgo de depresión, deterioro cognitivo e incluso mortalidad prematura.

El segundo aspecto hace referencia a las desigualdades territoriales. En los pueblos más pequeños, el acceso al transporte, a los servicios de salud, o a determinades actividades sociales es más limitado, haciendo por ello que el envejecimiento rural tenga características específicas que requieres soluciones también específicas y adaptadas.

La presión sobre el sistema de cuidados es el tercer aspecto. El aumento de personas dependientes supone un reto para el sistema de atención a la dependencia y para las familias, que siguen siendo el principal soporte de cuidados, por lo que garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones y servicios sociales es un reto esencial.

Finalmente, como cuarto aspecto, la atención a la diversidad, ya que no existe una sola manera de envejecer. Las diferencias de género, ingresos, nivel educativo, entorno rural o urbano, estado de salud de partida y redes de apoyo existentes hacen que las necesidades sean muy diversas y diferentes.

En definitiva, el envejecimiento poblacional no debe verse como una carga, sino como un logro colectivo. Vivimos más porque hemos mejorado en sanidad, en educación, en bienestar, pero esos logros solo pueden tener sentido en la medida en que se garantiza que, en edad avanzada, vivimos con dignidad, seguridad y alegría.

Si me preguntasen cómo, lo tendría claro, reforzar la atención primaria dotándola de más recursos para atender las enfermedades crónicas, salud mental y acompañamiento social; una necesaria prevención desde edades tempranas, promoviendo el cuidado de la salud física y mental; cuidar a quienes cuidan, es una clave esencial, formación específica y sobre todo respiro familiar y reconocimiento; crear espacios de encuentro intergeneracional, que permitan que jóvenes y mayores conecten, redundando en un doble beneficio, la reducción de la soledad y la transmisión de valores y experiencias; potenciar una tecnología accesible, asegurando que nadie queda fuera por falta de conocimientos o recursos; y como no podía ser de otra forma, que todo ello contenga un enfoque de género, también las políticas públicas, ya que es obvio que las mujeres mayores sufren más soledad (mayor esperanza de vida, más viudedad, condiciones económicas limitantes, patrones culturales…) y menor nivel de ingresos (brecha salarial; trayectorias laborales interrumpidas por la crianza de los hijos o el cuidado de los progenitores; empleo precario y a tiempo parcial…).

Nuestros mayores no son únicamente el pasado, sino que siguen siendo presente y creando futuro, recordar que, cómo les tratamos refleja la sociedad que estamos construyendo, nuestra mirada es importante, ya que mañana mayores lo seremos nosotros.

VER MÁS OPINIONES
Éste sitio web usa cookies, si permanece aquí acepta su uso. Puede leer más sobre el uso de cookies en nuestra POLÍTICA DE COOKIES.