Ningún ser humano debería morir por desear un futuro
Tendría que dar igual el tinte político o la ideología cuando se habla de derechos humanos, cuando se habla de personas. Sin embargo, el auge de partidos xenófobos y racistas ha salpicado a toda Europa. Solamente hay que ver el crecimiento del voto en países como Italia, Alemania o la propia España.
Y, ¿qué es el racismo y la xenofobia?
Según la RAE el racismo es la “creencia que sostiene la superioridad de un grupo étnico sobre los demás, lo que conduce a la discriminación o persecución social.” Mientras que la xenofobia es el “odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros.” Vamos, algo que se puede ver claramente en las campañas que hay por parte de algunos partidos en España.
El CIS, en su último barómetro, ha reflejado que la inmigración preocupa más a la población española. No quiere decir que esto sea malo, pero apunta a un cambio en la visión del momento. Sobre todo, porque cada vez hay más politización sobre el tema y los partidos de extrema derecha alientan a una alarma social, trasmitiendo la idea de invasión o plaga y tratándolo constantemente de manera peyorativa.
Las migraciones siempre se han dado a lo largo de la historia. No es nada nuevo en la actualidad. Y en nuestro caso, podemos echar la vista atrás cuando los emigrantes eran nuestros antepasados tras la Guerra Civil. Unos marcharon para poder trabajar, otros huyendo para no ser perseguidos por su ideología. Tras la crisis de 2007, algunos jóvenes salieron de España para probar suerte. De ahí, que los movimientos de las poblaciones sean muy comunes. Pero ¿qué está pasando para que cada vez sea más importante o para que la población crea que le afecta directamente más que otros temas?
Hay diferencias temporales dentro del discurso político, sobre todo cuando se acerca la época de campaña. Sin embargo, algo que no pasaba anteriormente o no era tan evidente, la inmigración es utilizada de forma constante por partidos radicales para crear un caldo de cultivo entre la población que es más reacia a la apertura y a la diversidad. El problema central es que ese caldo de cultivo se crea siempre para migraciones racializadas que se salen de lo que consideramos en occidente como la hegemonía racial y económica. Por ser claros, la población no blanca y con poder adquisitivo bajo.
A partir del estallido de la crisis inmobiliaria, tenemos que recordar las medidas que se llevaron a cabo con el gobierno de Mariano Rajoy para “incentivar” la inversión extranjera en nuestro país: dar la residencia para aquellos que compraban una vivienda en España por un determinado importe. Medida que se destinaba a aquellas personas de fuera de la Unión Europea con un poder adquisitivo alto. Aquí daba igual el migrante, lo importante era “la pela”.
Entonces tenemos que hablar de la intersección raza y pobreza para entender las razones de que haya unos inmigrantes que resultan incómodos y otros pasan desapercibidos o se les da la bienvenida. Y es que una vez más, las estructuras de poder nos rigen y delimitan, ya que existe un discurso donde se traslada una sociedad ideal de pureza social a lo hitleriano y recuerda los años de entreguerras del siglo pasado. No olvidemos cómo empezó el holocausto nazi.
Pero ¿realmente las migraciones son un problema?
Si no se hubiesen echado a la mar nuestros ancestros, no tendríamos patatas, olivares o especias, esenciales para nuestra cultura culinaria. Tampoco iríamos a visitar la Alhambra de Granada, la Mezquita de Córdoba, el Teatro de Mérida y parte de nuestro patrimonio artístico no existiría. En Toledo sabemos bien qué es la convivencia de culturas, siendo una de las ciudades donde se han dado diferentes poblaciones a lo largo del tiempo. Y gracias a eso, las sociedades somos heterogéneas, plurales y nos hemos enriquecido.
Dejar el país de origen no debe ser fácil. Se dejan atrás los recuerdos y las raíces, y se llega a un lugar donde no se comparte idioma y costumbres, complicando la integración en los primeros momentos.
Cruzar un mar o un océano en una lancha es un reto humano, una hazaña que, para los que la llevan a cabo, lo hacen sin ninguna duda para sobrevivir y tener un mejor futuro. Por eso, nadie debería morir en el camino por querer vivir dignamente y por tener sueños. Todos lo haríamos.
Creo firmemente en la carta de Derechos Humanos, la cual establece que todas las personas tenemos derecho a la vida y a la libertad. Y esa vida, a veces se torna complicada para las personas que viven en países en conflicto y donde hay dictaduras. De ahí que el foco o el problema de la inmigración ilegal no es de aquellos que huyen para labrarse un camino, sino de aquellos que se benefician y nutren de ella. Y, por supuesto, de aquellos Estados y gobiernos que miran para otro lado.