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Palabras nada inocentes: 'generaciones' (y comidas que se animan)

Imagínese que está usted en un museo. Es un museo grande, compuesto por un único pasillo a lo largo del cual hay cientos (miles) de cuadros colgados en las paredes. Las imágenes de los cuadros representan distintas 'cosas sociales'. En una imagen se ve la animada verbena de un pueblo, en otra se distingue un partido de fútbol en un gran estadio lleno de gente, en otra se aprecia el interior de un centro comercial un sábado por la tarde... Y luego hay otras muchas que no llega a distinguir desde donde se encuentra en este momento, de modo que decide seguir caminando para ver nuevas escenas.

A su lado, un individuo con aire profesional revisa cada imagen y coloca una pequeña plaquita metálica con el nombre de la escena ('Fiestas en el pueblo', 'Partido de fútbol', 'Centro comercial'…). Cuando llegan al cuadro en el que se ve a una despreocupada multitud de jóvenes conversando entre sí, el individuo de los rótulos vacila, pero finalmente fija una plaquita con el término 'Generación' debajo de la imagen. En ese momento, otra figura emerge de entre las sombras (o quizás solo estaba revisando un extintor) y coloca junto a la placa un llamativo cartel multicolor con grandes letras fluorescentes: 'Manejar con precaución' (y todas las exclamaciones que a usted se le ocurran).

“Se escribe para aportar coherencia”, había dicho en su momento David Matza, y en buena medida esa máxima rige (o debería regir) el trabajo de los y las profesionales de la Sociología. Acusados muchas veces de puntillosos, quienes nos dedicamos a esta disciplina tenemos como misión afinar el uso de determinados términos que pueden tener un efecto social mucho más profundo (y, desde luego, mucho menos inocente) de lo que solemos pensar. Pues bien, una de esas nociones es, sin duda, la de 'Generación'.

A fuerza de escucharla o de leerla, solemos pensar que sabemos definirla con precisión, pero hay pocas cosas en el mundo social más difíciles de 'agarrar' que una generación (sí, bueno, quizás la noción de 'clase social', de la que hay casi tantas definiciones como autores y autoras que se han querido tomar un rato en intentar precisar cómo definir y cómo medir una clase social).

Seguramente usted no compartirá la inquietud que evidenciaba nuestro sociólogo del museo cuando colgaba el cartel de advertencia al lado de la etiqueta con el nombre de la noción. Para usted, quizás, la idea de generaciones alude a novedades que surgen a lo largo de la historia y, por un curioso giro mental, es probable que acabe pensando solamente en jóvenes, como le pasaba al encargado de los rótulos de nuestro museo.

Solemos pensar que las generaciones se definen, simplemente, por un determinado rango de edad. Y así tenemos tantas generaciones como “tramos” de edad queramos establecer. En un exceso, puede que acabemos aludiendo a otras nociones igualmente susceptibles de traernos muchos quebraderos de cabeza, identificando distintas generaciones con 'jóvenes', 'adultos', 'mayores'… Ese camino es una magnífica manera de llenar una aburrida comida familiar, porque pronto descubrirá (haga la prueba si la cosa se tuerce en sus celebraciones navideñas) que no hay consenso a la hora de marcar los límites de cada supuesto 'grupo social', y (ah, la coherencia) eso es, precisamente, a lo que nos dedicamos los sociólogos y las sociólogas, a establecer los límites, a afinar el lenguaje, definir la realidad para poder aprehenderla y (eventualmente) actuar/trabajar sobre ella.

Vale, entonces, ¿no podemos definir una generación? Ante esta situación de bloqueo en una discusión, una salida habitual para algunas personas es la de recurrir a frases escapistas del tipo “eso depende de cada persona”. Otras, más beligerantes, sacarán el teléfono móvil y comenzarán a teclear frenéticamente buscando una respuesta que sea la respuesta y les permita alzarse con el honroso (y un tanto ridículo) triunfo conversacional. Después de todo, piensan, alguien ha tenido que definir qué es una “generación” o (antes que eso) hasta qué edad se extiende la “juventud”. Los siguientes minutos son una sucesión de fuentes en las que “eso queda definido”, pero que, al no coincidir entre sí, acaban languideciendo hasta el “eso, al final, depende de cada persona (o de cada entidad)”. Pues vaya.

Sucede que, en realidad, para la Sociología, la noción de 'generación' (como la 'juventud', por lo demás) va mucho más allá de una mera discusión sobre los límites de edad de un determinado intervalo biográfico. De hecho, dirán algunas corrientes de pensamiento, la propia práctica común de dividir a la sociedad en grupos de edad es una sutil estrategia para que no atendamos a otras variables de fragmentación o división social mucho menos 'naturales' (¿qué hay más natural que cumplir años?), mucho menos inocentes, al fin y al cabo. Como en un truco de prestidigitación, el público pone su atención en un elemento, la edad biológica, cuando en realidad el juego se desarrolla en otra parte.

Los y las 'mayores' (que, por lo visto, son todos y todas iguales) critican a los y las jóvenes, que algún día serán mayores y criticarán a las “generaciones” que vengan por detrás. Y así, con la plácida inevitabilidad de las estaciones, el mundo seguirá girando sin que aparentemente nadie se pare a pensar que dentro de cada grupo de edad hay brechas de división interna y lazos de conexión con otras personas de otras edades, hay visiones del mundo contrapuestas que no pueden ser amalgamadas bajo una misma etiqueta generacional como si estuviéramos en un horóscopo chino. Esas líneas de división dentro de un grupo con una edad biológica similar, esas y no otras, son la base de la noción sociológica de 'Generación'.

Esa, y no otra, es la idea que debemos recuperar y es ahí adonde nos deben llevar las letras fluorescentes que aparezcan en nuestra cabeza cada vez que leamos o escuchemos la palabra 'Generación'.

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