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Papá, ¿podrías explicarme por qué funciona tan mal la humanidad?

En una de las historietas de Mafalda, el famoso personaje ilustrado por Quino, la madre de esta le solicita realizar una tarea que Mafalda no tiene ganas de hacer. Como respuesta la niña replica: “No tengo por qué obedecer a nadie, yo soy un presidente”. Su madre, para zanjar la conversación, contesta: “¡Y yo soy el Banco Mundial, el Club de París y el Fondo Monetario Internacional!”. La viñeta muestra entonces a una Mafalda frustrada ante la respuesta de su madre que había impuesto su autoridad mencionando organismos internacionales que supuestamente están por encima de los presidentes. Mafalda terminó acatando las órdenes de su madre y realizando a regañadientes la tarea encomendada.

En términos generales, la crítica política y social que muestran las historias de Mafalda es atemporal y describen una realidad que sigue estando vigente actualmente: desigualdades, consumismo, conflictos mundiales... El mundo ya no está dividido entre un este y un oeste como estaba en tiempos de la pequeña Mafalda, pero continúa estando dividido, y mucho más que en la segunda mitad del siglo pasado. Lo que sí que ha cambiado, especialmente en los últimos años, es la autoridad presidencial que parece que ya no rinden cuentas a nadie, ni a ciudadanos, ni a asesores, ni a Organismos Internacionales.

 

¿Qué opinaría Mafalda de la realidad internacional de lo que llevábamos de 2025? La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos podría ser un ejemplo de esta súper autoridad del presidente de un país. Deportaciones masivas de inmigrantes en las que el respeto de sus derechos fundamentales es bastante dudoso, la imposición de aranceles con valores que fluctúan de un día para otro dependiendo de cómo sople el viento o de si se aceptan o no sus condiciones, el ninguneo a la OTAN y la Unión Europea o la salida de Estados Unidos de la UNESCO. A esto hay que añadir su última reunión con el presidente ruso Vladimir Putin, para decidir el futuro de Ucrania y a la que ni el presidente ucraniano Volidymyr Zelenski, ni ninguna otra autoridad del país han sido invitados.

También sería interesante escuchar la opinión de Mafalda sobre los oídos sordos del presidente Vladimir Putin a las advertencias de Naciones Unidas sobre su invasión a Ucrania. Recordemos que supone una violación al Derecho Internacional y a la Carta de Naciones Unidas, organismo del que Rusia es uno de sus miembros fundadores. O su indiferencia ante las sanciones impuestas por la Unión Europea y otros organismos y Bancos Internacionales.

Tampoco creo que Mafalda se hubiera mantenido impasible ante la escalada del conflicto palestino-israelí. Otro ejemplo de la superioridad presidencial ante todo tipo de advertencias, y peticiones internacionales. De nada sirven las súplicas de Naciones Unidas, la Unión Europea o el Banco Mundial pidiendo el fin del conflicto y la entrada de ayuda humanitaria en Gaza para evitar una catástrofe humanitaria, que ya es una realidad inevitable. Gran parte de la población israelí se ha unido a estas peticiones de alto el fuego de un conflicto enquistado desde el siglo pasado. La respuesta del presidente Netanyahu viene a ser la misma que Mafalda dio a su madre: “No tengo por qué obedecer a nadie, yo soy un presidente”. Lo triste es que en este caso, no hay ninguna autoridad internacional que pueda poner fin a la situación.

 

La lista de presidentes que consideran que no tienen que obedecer ni escuchar a nadie no acaba aquí. Quizá fuera más fácil y corto realizar el ejercicio a la inversa y crear una lista de gobernantes que escuchan a la opinión pública y que, en cierto modo, la obedecen, ya que es precisamente el pueblo quien, en el caso de los regímenes democráticos, les ha dado su puesto de poder.

Quedan cuatro meses para que termine el año 2025 y los conflictos con los que comenzó no solo no se han solucionado, sino que muestran un panorama desalentador. Un par de presidentes toman decisiones que afectan al resto del mundo sin que ninguna autoridad pueda hacer nada para que recapaciten sobre las consecuencias, muchas veces nefastas, de sus acciones. Dudo mucho que en cuatro meses termine la guerra de Ucrania (ojalá me equivoque), tampoco creo que la situación en Gaza vaya a mejorar y cuatro meses para el presidente Trump dan para muchas sorpresas. Veamos que trae el otoño.

Concluyo este paseo por el panorama internacional con otra escena de Mafalda en la que la niña lanza a su padre una de sus preguntas complicadas: papá, ¿podrías explicarme por qué funciona tan mal la humanidad? Como respuesta, el papá de Mafalda rompe a llorar desconsoladamente.

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